Museo de Bellas Artes
Situado en el Palacio de Carlos V, el Museo de Bellas Artes de Granada, primer museo público de España, fue inaugurado en 1839 en el Convento de Santa Cruz la Real con los bienes artísticos incautados a las órdenes religiosas tras el proceso conocido como desamortización de Mendizábal, llevado a cabo entre 1835 y 1837. Este origen va a marcarlo profundamente, ya que, incluso hoy día, una parte esencial de sus colecciones procede de aquellos fondos, en los que predomina la pintura granadina de tema religioso realizada entre los siglos XVI y XVIII.
A lo largo del siglo XX se incrementarán las colecciones con nuevas adquisiciones, donaciones y depósitos. A este respecto cabe destacar dos periodos: el primero, que corresponde a la dirección de D. Emilio Orozco (1956-1972); y el actual, que se inicia en 1984 con la aportación de la Colección Museística de Andalucía. Esta colección, que cubre las lagunas existentes de los siglos XIX y XX, permanece en continuo crecimiento. Actualmente el museo cuenta con más de dos mil trescientas piezas.
Ubicación del Museo de Bellas Artes de Granada
Desde su primera ubicación en el convento de Santa Cruz la Real (1839-1889), el museo padeció tres cambios de sede hasta su instalación definitiva, en 1958, en a planta noble del inacabado y olvidado Palacio de Carlos V, viendo así realizada una vieja aspiración ciudadana. Diseñado en el siglo XVI por el arquitecto y pintor Pedro Machuca en el más puro estilo renacentista, que aprendió directamente de los maestros italianos, el palacio tuvo que ser adaptado a su nueva función como museo. Desde 1995 el museo está dividido en dos sedes, ambas dentro del recinto del conjunto monumental de la Alhambra y Generalife: la sede expositiva, situada en el palacio de Carlos V; y la sede administrativa, ubicada en el complejo conocido como Nuevos Museos. Los distintos servicios del museo están distribuidos entre las dos sedes. Tras la remodelación de 2008, el museo presenta un aspecto renovado en el que confluye la creación de un ambiente óptimo para la conservación y la contemplación de las obras de arte con la comodidad del visitante. A lo largo de sus salas de exposición permanente el museo muestra una selección de lo mejor de sí mismo, aunque, por limitaciones de espacio, no están presentes todas las obras dignas de ser expuestas.
Contenido del Museo de Bellas Artes
Un programa de rotación de fondos, que afecta sobre todo al arte contemporáneo, permite renovar los contenidos periódicamente, mientras que la exposición permanente gira en torno a dos conceptos: la singularidad del arte en Granada y la de Granada en el arte.
Los contenidos de las salas del museo se han dispuesto, además, siguiendo un orden cronológico, que se inicia a finales del siglo XV y termina en la actualidad. Así, el Museo cuenta con las siguientes salas en su exposición permanente:
Sala I. Un nuevo orden, un nuevo arte
Esta sala muestra una etapa clave en nuestra historia y pone de relieve la diversidad que la caracterizó y el camino andado en algo más de un siglo. Es preciso retroceder a 1492 para entender todo lo que sucedería después. Esta fecha marca un antes y un después. Desaparecido el reino nazarí, Granada se incorpora a la corona castellana y entra de lleno en la órbita del mundo cristiano occidental, lo que supone una transformación radical de su sociedad y cultura. Se inicia un extenso plan de construcciones civiles y eclesiásticas, patrocinadas por la monarquía y la alta nobleza, a las que hay que dotar de imágenes con urgencia. Los artistas locales no podían dar respuesta a estas necesidades y a un arte que les era completamente ajeno, por lo que la solución más inmediata fue recurrir a la importación de obras y al trabajo de artistas foráneos. Entre los artistas que pasan por Granada o se establecen en ella, están representados en el museo Ruperto Alemán, Juan Ramírez, Pedro Machuca, Diego de Siloé, Jacobo Florentino, Pedro de Raxis y el cartujo fray Juan Sánchez Cotán.
En poco más de un siglo el arte en Granada vivirá una apasionante trayectoria que va desde las últimas experiencias del gótico hasta la introducción del naturalismo del primer barroco. Todos contribuyeron, con sus respectivas aportaciones y con el intercambio de experiencias, a crear un ambiente artístico del que nacería la primera generación genuinamente granadina.
Durante el siglo XVII se mantiene esta frenética actividad. Las órdenes religiosas toman el papel de patrocinadores artísticos y encargan la decoración de
sus conventos con ambiciosos programas iconográficos.
Sala II. Alonso Cano. Pintor y escultor
A mediados del siglo XVII sobresale la figura del polifacético Alonso Cano, al cual se dedica monográficamente esta sala, en la que se exponen pinturas y esculturas de su mano. Arquitecto, ensamblador, pintor, escultor y dibujante, se forma como pintor en Sevilla, junto a Velázquez,
y gracias a él se establece temporalmente en la corte, donde continúa su formación. Alonso Cano está considerado como el más clásico de los barrocos y una de las grandes aportaciones de Granada al arte.
Sala III. Los seguidores de Cano: La influencia del arte de Alonso Cano en Granada se prolongará, hasta bien entrada la centuria siguiente, a través de sus discípulos y seguidores en pintura y escultura. Entre los primeros cabe destacar a Juan de Sevilla, Pedro Atanasio Bocanegra, que fue pintor del rey, y Pedro de Moya. Entre los segundos sobresalieron Pedro de Mena y José de Mora. Ambas disciplinas fueron dominadas por José Risueño, artista polifacético al igual que Cano.
Sala IV. Pintura profana en el siglo XVII
Aunque menos abundante, hubo también una pintura profana que merece una mención aparte. El tema religioso es sustituido por otros con un carácter más decorativo y doméstico, como el bodegón, el paisaje, el retrato o los temas alegóricos. El Bodegón del cardo de
fray Juan Sánchez Cotán merece por sí solo la visita a la exposición.
Sala V. El siglo XIX.
Al declive del XVIII, paralelo a la crisis generalizada del país, le sigue un siglo XIX en el que Granada aporta poco. Este siglo asiste a la independencia de géneros artísticos, hasta ahora secundarios, como el paisaje y las escenas de costumbres. Esta independencia es coincidente con la ascensión de la burguesía como clase social dominante, que busca temas amables con los que decorar el espacio doméstico. Habrá que esperar al final de la centuria para encontrar una figura relevante como la de Manuel Gómez-Moreno González, del que se exponen dos obras como ejercicios de pensionado.
Sala VI. Granada como tema. Un siglo de mito romántico.
A lo largo del XIX Granada no destaca por lo que produce, sino, fundamentalmente, por su papel como destino obligado de pintores y literatos que buscan encontrar las huellas de un esplendoroso pasado orientalista y un presente pintoresco. Esta imagen dual, que fue ampliamente difundida por los viajeros románticos a partir de 1830, ejerció un enorme poder de seducción que perduró hasta bien entrado el siglo XX. De la extensa nómina de artistas que pasaron por aquí, el museo expone obras de pintores destacados como John Frederick Lewis, Mariano Fortuny, Santiago Rusiñol, Darío de Regoyos y Antonio Muñoz Degrain, entre otros. De su paso por la ciudad quedan sus impresiones materializadas en obras de arte que recogen paisajes, arquitecturas, rincones, jardines, escenas cotidianas o personajes curiosos.
Sala VIII. El resurgir del siglo XX.
Habrá que esperar a la generación que alcanza su madurez en el inicio del siglo XX para que Granada recupere parte de aquel esplendor de tiempos pasados, con artistas clave como José María Rodríguez-Acosta o José María López Mezquita, que traspasan las fronteras de lo estrictamente local. A ellos dos se unen Gabriel Morcillo y el escultor Juan Cristóbal.
Sala IX. Arte contemporáneo.
La generación siguiente, la de Manuel Ángeles Ortiz e Ismael González de la Serna, tendrá una trayectoria completamente distinta. Seducidos por el arte que se está realizando en Europa, especialmente en París, se incorporan a los movimientos de las vanguardias históricas y, aunque se establezcan en el extranjero, nunca romperán sus vínculos afectivos con Granada. La búsqueda de un lenguaje propio mediante el cual expresarse será una constante en otros artistas nacidos ya en el siglo XX, como José Guerrero y Manuel Rivera. Superada la concepción de la pintura como representación figurativa, se adentran en el terreno de la abstracción encontrando en ella su medio de expresión y experimentan con colores, texturas y nuevos materiales. Su trayectoria ha merecido el reconocimiento internacional.